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SANGREyLITERATURA

El Quijote y otras puterías (Primera de nueve partes)

El Quijote y otras puterías (Primera de nueve partes)

La raíz etimológica de las palabras puto y puta, aún es discutida por los filólogos, quienes creen deriva de las voces latinas putor (hedor), putus (muchacho) o pŭtāre (podar), o bien, del griego budza (sapiencia). 

El muchacho jediondoLa primera raíz etimológica, putor, está acorde con antiguas y actuales posturas religiosas de tratar al homosexual y a la prostituta como a un apestado del que hay que alejarse; aunque claro, de quiénes debería alejarse la iglesia católica y otras, es de los curas y pastores pederastas o violadores, y no sólo cambiarlos de parroquia o de país para protegerlos. Ésta raíz, putor, también recuerda a la expresión: ¡Puta que reparió!, que en la región de la Tierra caliente, suele exclamarse cuando un hedor, corporal o no, hiere la nariz de quién lo huele. Sin embargo, el análisis literario-histórico del empleo del putor con una connotación putañera, no parece sustentarse, pues cuando se le busca en los versos del primer poeta en lengua castellana de nombre conocido, Gonzalo de Berceo (1195-1264), en estos, aparece siempre en su acepción de hedor: “Façie pudir la casa peor que mal venino” (Hacía heder la casa peor que mal veneno). “Que non sentien del cuerpo un punto de putor” (Que no sentían en el cuerpo un punto de hedor).  No, la voz puto, no deriva del latín putor, y es más antigua. ¿Pero qué tan antigua? En el siglo I a.C; Publio Virgilio Marón, se dedicó a cantar sus versos al campo y a los pastores (poesía bucólica). Uno de cuyos versos dice: “Disperam, nisi me perdidit iste putus; sin autem preacepta me vetant dicere; sane non dicam, sed me perdidit iste puer.” (Me retiraré, sino me perderá este puto; si el auténtico precepto me prohíben decir, entonces diré: seré perdido por este jovenzuelo.) Ésta segunda raíz etimológica, putus, es más… ¿poética, romántica?, pues lleva a pensar en el “Muchacho persa”, novela histórica en la que su autora, Mary Renault, muy conciente del vocablo putus y su equivalencia con muchacho, lo utilizó para titular a su novela en la que recrea el triángulo pasional que se dio entre el eunuco Bagoas, el general macedonio Hefaistion y Alejandro Magno. En lo que respecta a la obra máxima del siglo de oro español, el Quijote, en el capítulo 63 del segundo tomo se lee cómo un bello muchacho estuvo a punto de ser atacado por la retaguardia: “…lo decían por don Gaspar Gregorio, cuya belleza se deja atrás las mayores que encarecer se pueden. Turbéme, considerando el peligro que don Gregorio corría, porque entre aquellos bárbaros turcos en más se tiene y estima un mochacho o mancebo que una mujer, por bellísima que sea.” Cervantes pone éstas palabras en boca de Ana, la que junto con Gaspar Gregorio, para evitar ser agredidos sexualmente, usan ropajes contarios a su sexo, así, ella se viste de hombre, y Gaspar Gregorio lo hace de mujer, para evitar ser atacado sexualmente por los turcos o moros, en lo que parece ser la aportación de Cervantes a la leyenda negra de los árabes cómo propensos a la mayatía o mayatez.  Extrañamente, Cervantes, que retrata a toda clase de gente, oficios y comportamientos, pasa de largo ante una actividad muy común en su tiempo. No existen putos, putas o putañeros entre los personajes de su obra maestra. ¿Acaso fue algo dejado de lado por Cervantes de manera voluntaria? Y ¿por qué?  

La sabionda que poda.No hay duda, puto se deriva de putus. Sin embargo, ¿puta es el femenino de puto o tuvo un origen diferente? ¿Romano o griego? Al inicio de la primavera en Roma eran podados árboles y plantas por las mujeres que se encomendaban a la diosa Puta para tener fertilidad; el ritual exigía que con las ramas fueran azotadas las mujeres por el marido antes de hacer el amor. Luego vino el degenere: las mujeres hacían el amor con más de uno, y los hombres torcían (tirso) las ramas ya deshojadas cómo comprobación de haber estado con las putas. Terminó entonces la adoración de la diosa Puta y comenzó la de Bacus en sus bacanales. Mientras que en Grecia, la homosexualidad masculina y femenina rodeó a filósofos y poetas. No todas las que rodearon a Safo se convirtieron en poetisas o lesbianas, algunas sólo lograron ser hetairas (del griego hetair: acompañar), las cuales amenizaban reuniones, fiestas y orgías, pues tocaban la lira, bailaban, recitaban, y algunas también fornicaban con sus “acompañantes”. Esas eran las sabias o budzas, las que se transformaron en putas en el latín vulgar.

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