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SANGREyLITERATURA

EL QUIJOTE Y OTRAS PUTERÍAS (Final)

EL QUIJOTE Y OTRAS PUTERÍAS (Final)

En el capítulo 6 del segundo tomo del Quijote de Cervantes, la sobrina de don Quijote, exasperada de las locuras de su tío le dice: (…) ¡que se dé a entender que es valiente, siendo viejo; que tienes fuerzas, estando enfermo, y que endereza tuertos estando por la edad agobiado, y, sobre todo, que es caballero, no lo siendo, porque aunque lo puedan ser los hidalgos, no lo son los pobres…!  -Tiene mucha razón, sobrina, en lo que dices- respodió don Quijote-, y cosas te pudiera yo decir cerca de los linajes, que te admiraran; pero por no mezclar lo divino con lo humano, no las digo.

Cervantes era un idealista puro; lector del amor moralista, divino, místico y platónico de León Hebreo, San Juan de la Cruz, el arcipreste de Hita, el arcipreste de Talavera, y, quizá, un poco menos, del cardenal italiano Pietro Bembo, que en 1505, cien años antes del Quijote, escribió en sus tres diálogos amorosos conocidos como Gli asolani: “El amor en pareja debe ser el fuego divino que purifica lo que es celestial del alma humana”. Y esas lecturas lo llevaron a idealizar toda relación amorosa de sus personajes, en donde el amor es casto, espiritualizado, concentrado en la belleza espiritual del ser amado y sin el pecado de la carne. Sin embargo, conciente de que es necesario perpetuar la estirpe de los cristianos, caballeros e hidalgos, y aún, las almas de los plebeyos, da un consejo, al parecer, a su sobrina Constanza, pues es el nombre que también tiene la protagonista de La gitanilla: Una sola joya tengo, que la estimo en más que a la vida, que es la de mi entereza y virginidad. Si vos, señor, por sola esta prenda venís, no la habéis de llevar sino atada con las ligaduras y lazos del matrimonio; que si la virginidad se ha de inclinar, a de ser a este santo yugo; que entonces no sería perderla, sino emplearla en ferias que felices ganancias prometen. 

Así, luego de una etapa de noviazgo sin relaciones premaritales, se podía acceder a lo humano del amor, es decir a lo "carnal" o "sensual", que es como se define Covarrubias a lo humano en su diccionario de 1611, el Tesoro de la lengua castellana o española. Y ésta acepción de lo humano como algo material es la que permeaba la literatura del siglo de oro español, de ahí que el capítulo tercero del la segunda parte de Guzmán de Alfarache escribe: "¡Todo lo pueden los poderosos! Y acordéme de cierto juez que habiendo usado fidelísimamente su judicatura y siendo residenciado, no se le hizo algún cargo de otra cosa que de haber sido humanista. Lo cual, como se le reprehendiese mucho, respondió: 'Cuando a mi me ofrecieron este cargo, sólo me mandaron que lo hiciese con rectitud y así lo cumplí. Véase toda la instrucción que me dieron y donde se trata en ella de que fuese casto y háganse dello cargo.' De manera que, porque no lo llevan dicho expresamente, les parece que no van en contra su oficio; aunque barran todo un pueblo."

 Quizá, Cervantes, que desbordaba idealismo, hubiese querido que la vida de sus familiares, de las cervatanas, y la de él mismo, fuese una historia de amor; pero como no fue así, llevó su idealismo a sus obras , como La española inglesa, en donde cuenta que Cleotaldo, un capitán ingles, se roba a una niña en un acto de pedófilia cristiana: que la tenía escondida en su nave, aficionado, aunque cristianamente, a la incomparable hermosura de Isabel, que así se llamaba la niña. A la que lleva a Inglaterra, en donde tenía un hijo, Ricaredo, enseñado de sus padres a amar y temer a Dios y a estar muy entero en las verdades de la fe católica, el que a los doce años, aquella complacencia y agrado de mirarla se volvió en ardentísimos deseos de gozarla y de poseerla: no porque aspirase a esto por otros medios que por los de ser su esposo. Y por ello le confiesa su amor, en los términos de divinidad y humanidad: Hermosa Isabela, tu valor, tu mucha virtud y grande hermosura me tienen como me vees. Pero, la familia de Recaredo es castigada por continuar educando a Isabel en la fe católica, y por ello, la reina manda de corsario a Ricaredo y  le promete entregarle a Isabel a su regreso, sin embargo, como en toda novela, apareció el villano en la forma del conde Arnesto. Este Arnesto, pues, se enamoró de Isabela tan encendidamente, que en la luz de los ojos de Isabela tenía abrasada el alma; y aunque, en el tiempo que Ricaredo había estado ausente, con algunas señales le había descubierto su deseo, nunca de Isabela fue admitido. Y, puesto que la repugnancia y los desdenes en los principios de los amores suelen hacer desistir de la empresa a los enamorados, en Arnesto obraron lo contrario los muchos y conocidos desdenes que le dio Isabela, porque con su celo ardía y con su honestidad se abrasaba. (…) Y fue su determinación matar con tósigo a Isabela; y, como por la mayor parte sea la condición de las mujeres ser prestas y determinadas, aquella misma tarde atosigó a Isabela en una conserva que le dio, forzándola que la tomase por ser buena contra las ansias de corazón que sentía. (…) Poco espacio pasó después de haberla tomado, cuando a Isabela se le comenzó a hinchar la lengua y la garganta, y a ponérsele denegridos los labios, y a enronquecérsele la voz, turbársele los ojos y apretársele el pecho: todas conocidas señales de haberle dado veneno. (…) Finalmente, Isabela no perdió la vida, que el quedar con ella la naturaleza lo comutó en dejarla sin cejas, pestañas y sin cabello; el rostro hinchado, la tez perdida, los cueros levantados y los ojos lagrimosos. Finalmente, quedó tan fea que, como hasta allí había parecido un milagro de hermosura, entonces parecía un monstruo de fealdad. Por mayor desgracia tenían los que la conocían haber quedado de aquella manera que si la hubiera muerto el veneno. Con todo esto, Ricaredo se la pidió a la reina, y le suplicó se la dejase llevar a su casa, porque el amor que la tenía pasaba del cuerpo al alma; y que si Isabela había perdido su belleza, no podía haber perdido sus infinitas virtudes. 

Toda la obra de Cervantes es así, un largo tratado del amor puro, del puro amor, del divino amor, en el que no cabe lo humano ni el humanismo de los poderosos, sean estos hidalgos pobres o hidalgos ricos, y más aún: sin importar que la dama a quien este dirigido ese amor puro, sufra de una enfermedad o envenenamiento que la pongan fea, o bien, como Dulcinea sea, como se lee en los sonetos finales del primer tomo: y de rostro amondongado (deforme por bolas),/ alta de pechos y ademán brioso,/ es Dulcinea, reina del Toboso/ (…) ella dejó, muriendo, de ser bella,/ y él, aunque queda en márnoles (mármoles) escrito,/ no pudo huir de amor, iras y engaños. Pero la verdad es que sí pudo, el Quijote, huir del amor carnal y sensual, del amor humano e ir a refugiarse en el amor divino.

 

Por el contrario, el Quijote apócrifo es una obra humanista, que no sólo no encubrió lo humano, sino que lo recreó, sino magistralmente, al menos si, muy cercano a la realidad de su tiempo, del tiempo de los dos Quijotes, en la que todo caballero tenía sus andanzas, y que el Quijote verdadero, con tan rica vida andante debió tener y conocer, pero que paso frente a ella, sin manchar su armadura, ni la pluma de Cervantes.

 ¿Quién fue el puto de Avellaneda?

En la frase inicial del Quijote apócrifo: “El sabio Alisolán, historiador no…” creyó don Marcelino Menéndez y Pelayo que se encuentra, en forma de anagrama, el verdadero nombre del autor, que para él era un oscuro poetastro llamado Alfonso Lamberto. También yo creo que Alisolán es el anagrama imperfecto de Solisdán y de Gli asolani, el primero es el “sinónimo voluntario” o apodo del que se quejó en su prólogo el autor del falso Quijote y que uso Cervantes  en los sonetos iniciales del primer tomo del Quijote verdadero, y el segundo, el título que uso Pietro Bembo para sus tres diálogos amorosos.

 

He logrado contar veintiocho posibles autores del Quijote de Avellaneda, entre ellos al mismo Cervantes; agrego uno más: Xerónimo de Texeda, cura y gramático castellano avecindado en Francia, quien, entre otras cosas, enseña el uso correcto del punto y el paréntesis, además de dar la gramática correcta del hijo de puta (hijo deputa); pero esa, es otra puta historia…

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