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SANGREyLITERATURA

VIVIENDA DIGNA

VIVIENDA DIGNA

Al pie de una ventana, con la mirada puesta en el horizonte, el conde Barak llevo sus pensamientos a Europa y como un carrusel de fotografías, los siglos XVII, XVIII y XIX, pasaron por su mente para detenerse en el siglo XX, específicamente en lo ocurrido el trece de febrero de mil novecientos ochenta y nueve: Gerard, su ayudante, un simple mortal, lo traicionó al ponerlo frente a las cámaras de televisión. El conde Barak tomó entonces tres decisiones: no volver a tener ayudantes humanos; vengarse de Gerard; y salir de Europa. Fue así, después de matar a Gerard, como llegó a la ventana de la vieja casona del siglo XVII, que en el primer cuadro de la ciudad de México, diecisiete años antes, el conde adquirió en setenta millones de dólares. 

En México, el conde Barak abandonó el ataúd, las capas y los sombreros de copa como un acto de modernidad, y ahora dormía en una confortable cama, vestía modernos trajes en tonos oscuros, y, ocasionalmente, se ponía un sombrero que combinara con sus trajes. A la “típica comida mexicana”, como la nombraba, trataba de acostumbrase; pues no soportaba del todo el amargo sabor que el plomo, que pululaba en el contaminado aire, le daba a la sangre de los habitantes de la ciudad de México. Lo que más le encantaba es que, a diferencia de Europa, aquí, la aparición de un cadáver con dos orificios en el cuello no tenía las repercusiones que allá: No se hacían exhaustivos estudios forenses; la policía no investigaba; y, sobre todo, no había cazavampiros o periodistas que lo importunaran. 

Durante sus vuelos nocturnos en busca de un trago de sangre fresca, aunque amarga, el conde Barak veía desde las alturas la ciudad y sus problemas: Nuevas colonias en la periferia, una gran explosión demográfica, falta de vivienda, manifestaciones... Nunca pensó que dichos problemas le afectaran, por el contrario, creía que a mayor número de habitantes mayor disponibilidad de alimento; pero, la mañana de un trece de febrero del año dos mil seis, los problemas de la ciudad llegaron frente a su vieja casona: Una mitin se efectuaba ese soleado día, en él, un orador arengaba al numeroso contingente: “Compañeros, no es justo que esta vieja casona permanezca sola y vacía, cuando nosotros necesitamos de espacios en los cuales construir una vivienda digna. Y que no digan que es patrimonio cultural, pues ya hace veinte años, el Instituto Nacional de Antropología e Historia dictaminó que debía demolerse. Por eso, y sólo por eso, se permitió que el propietario anterior la vendiera, para quien la comprara, después de tirarla, construyera aquí un nuevo edificio. ¡Pero, miren, ahí sigue! Quién la compró, no necesita de un lugar para vivir. De hecho, en los diecisiete años que han trascurrido desde que la adquirió, nunca ha pagado predial. Por eso, compañeros, hoy realizamos un acto de justicia al posesionarnos de ella. ¡Vamos compañeros! ¡Vamos!”. 

Hombres, mujeres y niños entraron en tropel a la casona, rompieron los candados de las puertas, quitaron los tablones que obstruían las ventanas, y el sol, entró con todo su esplendor...  La pequeña explosión que se produjo sobre la cama al desintegrarse el cuerpo del vampiro, distrajo por un momento al par de hombres que colgaban una manta en el marco de la ventana preferida del conde Barak; pero fue sólo un instante de distracción, tras el cual reanudaron su labor y terminaron de extender la manta con el nombre en vertical de la asociación civil: “Vivienda digna”. Al final, el más joven de los hombres, lanzó un grito de jubilo a través de la ventana; un grito que bien pudo haber llegado hasta Europa.

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